JORGE ORELLANA LAVANDEROS, MARATONISTA: DEJANDO HUELLA EN EL ASFALTO Y EN EL PAPEL


“Les respondo esta entrevista desde Berlín, descansando ya en la noche previa a mi maratón número 43. En un ritual que he adoptado, desplegué sobre la alfombra de la habitación la indumentaria que usaré mañana y en la cual solo falto yo, que tendido en la lóbrega soledad de mi cuarto espero con apacible calma la nueva aventura que me regala el destino. En la habitación vecina descansa mi hijo y su familia, y yo respondo sus preguntas”.
 
Esta introducción resume quién es Jorge Orellana. Un corredor incansable, ingeniero, emprendedor, maratonista y escritor. Ha viajado por todo el mundo desafiando cualquier cinta de meta que le pongan por delante, porque le gustan los desafíos y descansa en la soledad de la ruta. Promedia la década 60 de su vida, y aún así sigue corriendo, totalmente vigente. Y toda esa experiencia es la que plasma en el libro “Crónicas de Trote”, que lanzó hace un par de años y donde relata sus aventuras, sensaciones y motivaciones calzado sobre unas zapatillas. Un gran personaje y una mejor persona.
 
Hace 2 años lanzaste el libro “Crónicas de Trote”. ¿Qué te llevó a escribirlo y de qué se trata?
Antes de escribir Crónicas de Trote, había escrito dos libros sobre otros temas diferentes. Desde mi infancia la literatura habita en algún lugar que me pertenece y después de leer el libro del japonés Haruki Murakami, “De qué hablo cuando hablo de correr”, me motivé a escribir sobre las historias que durante el trote recalaban en mi mente y en mi espíritu. Lo escribí con la intención de que mis nietos llegaran a conocerme, es decir, dejar un testimonio a la generación inmediatamente siguiente a la que me procede, y en ello seguramente, algo de la vanidosa arrogancia sobre la trascendencia.
 
Las vivencias que narras en el libro, ¿logran representar tu vida en el trote o quedaron muchas historias fuera?
Las vivencias que narro en el libro están asociadas a circunstancias que me parecieron importantes de relatar o revelar y, claro, representan fielmente mi vida. En cuanto a si ha faltado alguna, creo que dependerá del interés y la importancia de futuras vivencias que la vida me tenga reservada. En todo caso, no habrá una segunda parte, pues el propio final del libro me inhibe de esa posibilidad.
 
Al ser un libro de crónicas, con relatos asociados a la vida del autor y gente que lo rodea, la sorpresa debe estar, más que en lo narrado, en la forma en que las vivencias descritas poseen un sentido universal que alcanza al lector, esto es, en el orden de importancia que señalo: conmoverlo, en primer lugar; hacerlo pensar, en segundo, y, por último, entretenerlo.
 
Has corrido en diversos rincones del mundo. Sin pretender matar la sorpresa del libro, ¿podrías respondernos el siguiente cuestionario?
Lugar más exótico donde has corrido: tal vez la Antártica, y una que me sorprendió muy gratamente fue la Isla de Pascua.
La carrera más dura: es aquella que uno enfrenta con menor preparación, la que debe ser constante y persistente.
 
La que más disfrutaste: la maratón de Tokyo, por haberla terminado lesionado y de la mano de una chica japonesa, que iba igual que yo, y a quien nunca volví a ver. Y porque superamos el límite de nuestras vulnerabilidades.
 
Carrera a la que te habría gustado ir: al Maratón de Boston, porque exige un tiempo mínimo que no he cumplido, pero que no pierdo la ilusión de lograr.
 
La meta más recordada: es difícil elegir una, porque todas representan el logro de un desafío, que a veces se alcanza y comparte con otras personas. Entonces, la nostalgia hace que el recuerdo más feliz vaya mutando, de acuerdo a circunstancias personales más íntimas.
 
Eres un tres en uno: empresario, deportista y escritor. ¿Qué porcentaje de cada faceta tiene Jorge Orellana?
Es cierto que las actividades que describes están bien incorporadas a mi vida, y que me motivan con fiereza, pero emprender, hacer deporte y escribir, me han impedido la posibilidad de hacer otras cosas que he debido soslayar y que vez... más adelante pueda desarrollar. En cuanto a qué porcentaje de cada una de esas actividades me representa mejor, no lo sé, creo que solo el misterio del futuro definirá cuál de estas fuerzas inspirará el resto de mi vida.
 
Si escribir un libro fuera un maratón, ¿qué carrera de las que hiciste representa mejor el desafío de planificar, escribir y terminar “Crónicas de Trote”?
El libro que he planificado escribir aún estoy muy lejos de escribirlo, pues me falta ampliar mucho mis capacidades para hacerlo. Con la maratón pasa lo mismo, continúo preparándome para el desempeño que, sin ser el mejor resultado, sea el que me deje más satisfecho. En ambos escenarios me siento en deuda conmigo.
 
Sigues corriendo hoy… ¿En qué enfocas tus metas y desafíos?
Sigo corriendo y espero extender ese tiempo hasta el final, ya que el trote otorga armonía y equilibrio a mi vida. Mi meta es seguir haciéndolo, por lo que cuido mi cuerpo para ello, y mi único desafío es mantener una postura digna ante mi propia percepción.
 
¿Has pensado correr distancias más largas?
Lo he pensado y lo he intentado, pero no ha sido una experiencia grata porque, siendo el trote algo tan personal, me ha ocurrido que la alteración de la rutina elegida tendió, más que a mejorar la armonía, a desequilibrarla.
 
Antes de correr pasaste por otros deportes… ¿Puedes contarnos sobre eso, y por qué fue el trote la actividad en que más te desarrollaste?
Antes del trote practiqué varios deportes. Entre ellos, el que más se acercaba a mi temperamento fue el racquetball y, tal vez, en el que tuve mayores éxitos. Fortuitamente, en mi eterna necesidad de hacer deporte, me encontré con el trote y tuve la sorpresa de que se fue adueñando de toda mi actividad deportiva, tal vez porque satisfizo esa condición de solitario que anida en mi alma.
 
¿En qué kilómetro de la vida te encuentras, Jorge? ¿Y qué es lo que viene para ti por delante?
Aun cuando experimento a diario el temor de la fragilidad de nuestra esencia, siento que estoy en la mejor etapa, y que no cambiaría nada por volver atrás. Miro con cierto atisbo de curiosidad el futuro, y en qué kilómetro de la vida voy es algo que desconozco. El pasado no se puede revertir y el futuro no se puede predecir, tal como tampoco puedo saber si terminaré mañana el maratón o alguna situación incontrolable me lo impedirá.
 
La vida y el maratón tienen en común la maravillosa incertidumbre que posee un nuevo día y que posee el paso siguiente.
 



   



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